Andrés Merino-Viteri, Balsa de los Sapos, Ecuador
Mi nombre es Andrés Merino-Viteri. Nací en Quito, Ecuador. Aunque mi familia no estaba muy orientada al mundo al aire libre, desde que era un niño yo sabía que quería ser biólogo. Esto fue especialmente evidente después de mi primera visita a las Islas Galápagos cuando tenía once años.
Empecé mi carrera de biología en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) en Quito, Ecuador en 1994, donde aspiraba a obtener mi título de Licenciatura para estudiar un posgrado en biología de delfines o ballenas. Sin embargo, a mitad de carrera, me di cuenta que lo que realmente me encantó fue el estudio de la ecología. Para hacer eso, necesitaba un organismo para estudiar. Alrededor de ese tiempo, tomé una clase con el Dr. Luis A. Coloma, quien es uno de los mejores herpetólogos en el país, y a quien le debo todo mi amor por los anfibios. A los estudiantes solía hacernos preguntas sobre anfibios ecuatorianos que no tenían respuestas. Nosotros, los estudiantes, por lo general estábamos muy sorprendidos de que nadie había estudiado tantos temas básicos antes. Una de esas preguntas era «¿Por qué las ranas (una vez abundantes y comunes) de las tierras altas de Ecuador desaparecieron durante la década de 1980?». Me decidí a responder a esta cuestión ecológica, y cambió toda mi futura carrera. Fue un verdadero desafío tartar de responder las respuestas, pero después de un par de años, tuve la oportunidad de proponer algunas posibles explicaciones. En cierto modo, yo fui la primera persona en identificar Batrachochytrium dendrobatidis (quítido) en ranas sudamericanas.
Después de conseguir mi licenciatura, me ofrecieron un puesto docente en la PUCE. Yo también estaba asociado al Laboratorio de Herpetología del Museo de Zoología (QCAZ) de la universidad en la que continué haciendo investigación sobre las ranas que habían desaparecido de los Andes. También viajé por todo el país en busca de anuros que no se habían registrado desde la década de 1980.
En 2005, junto con Luis A. Coloma y Martín Bustamante (un colega de la universidad), se organizó una exhibición pública de ranas vivas para mostrar la gran diversidad de anfibios del Ecuador a los ecuatorianos. La exposición denominada «Sapari» (una palabra creada en relación con la rana y safari en español) fue un éxito completo en Quito. Un montón de estudiantes de la escuela visitaron nuestras joyas naturales, y algunos de ellos son ahora nuestros estudiantes en la PUCE, debido a lo impresionados que estaban por los anfibios durante ese evento.
Esta exposición fue la semilla para la Iniciativa para la Conservación de las Especies ecuatorianas Amenazadas «Balsa de los Sapos». Esta iniciativa cuenta con cinco componentes que incluyen la mejora de los recursos humanos y la infraestructura, investigación de campo y monitoreo, educación pública, manejo ex situ y publicación de los resultados. En las instalaciones ex situ, nosotros nos encargamos de descendientes de especies amenazadas de anfibios en la naturaleza incluyendo algunas ranas arlequines del género Atelopus. Hemos desarrollado protocolos de manejo y reproducción para varias de estas especies de anfibios.
Desde el año 2011, después de regresar de mi investigación de doctorado en Australia, he estado a cargo de la Balsa de los Sapos. En los últimos años, la Balsa ha continuado con su compromiso con la conservación, sin embargo, también se ha incrementado la investigación científica sobre las ranas que está manejando la Balsa. La investigación sobre la biología del desarrollo, documentación ontogenia y acción de las secreciones de la piel contra los agentes patógenos han recibido el apoyo en la Balsa. En colaboración con la Estación de Investigación Biológica de Doñana en España, también hemos iniciado un nuevo programa de investigación para reunir parámetros de ecofisiología con el fin de proporcionar una evaluación precisa y completa de cómo los cambios en el clima y el microclima pueden afectar a las especies de anfibios a lo largo de la parte continental de Ecuador. Creo que el cambio climático está teniendo, y continuará teniendo efectos importantes en las poblaciones de anfibios silvestres.
Por último, el éxito alcanzado por la iniciativa Balsa de los Sapos no se basa en el trabajo de una persona. Ha sido el esfuerzo acumulado de un equipo que ha cambiado desde el año 2005. Es importante agradecer el apoyo brindado por la PUCE para mantener al personal y las instalaciones del proyecto desde el año 2005, y todas las personas involucradas, de muchas maneras diferentes con la Balsa. Nuestro trabajo conjunto, estoy seguro, ayudará a mantener estos animales increíbles y hermosos para las futuras generaciones.
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